miércoles, 30 de abril de 2008

The "I love my husband lime pie"

Hoy toca entrada dulzona, en todos los sentidos de la palabra. Atención aquellos que tienen el empalago fácil. No apto para diabéticos y pragmáticos.
Como lo prometido es deuda, voy a completar la entrada de ayer con el postre . La verdad es que estoy especialmente orgullosa de la tarta que preparé, era la primera vez que la intentaba, y como me revienta la falsa modestia, diré simplemente que me quedó de antología.

Hice una key lime pie. La tarta a la lima de Keys es una receta clásica de los diners americanos. Tiene unas reminiscencias de la inocente América de los años cincuenta, con sus coches enormes y sus faldas inmensas. Un perfume a concurso de tartas en la América rural, a ama de casa, a un mundo prenuclear y preterrorista. Pero eso son divagaciones mías.




Estas limas, más pequeñas que las limas habituales, tienen también un sabor y un aroma mucho más pronunciados. Deben su nombre a que llegan normalmente de los Keys de Florida, como la mayoría de los cítricos que se consumen en los USA y Canadá.

Al mezclar el jugo de lima con la leche condensada y las yemas de huevo del relleno, se produce una reacción -llamada souring en inglés, es eso que nuestras madres describían como "cortarse" o "cuajarse"- que espesa inmediatamente la crema que rellena la tarta. En las recetas más clásicas, ni siquiera se recomienda hornear la base y el relleno, pero ahora que la salmonelosis nos preocupa un poco más, os recomiendo seguir las indicaciones de la receta.


He aquí la obra de arte -vale, ahí exagero un poco-. Pero es que es una tarta tan años cincuenta, tan entrañable, con ese toque entre un poco hortera y cándido...

Monsieur M., mi quebequés de marido, sabe que nunca lo recibiré a su vuelta a casa martini en mano, con un delantalito almidonado sobre mi falda con doble cancán y un collarcito de perlas al cuello; tampoco le pediré permiso para tomar una decisión que no le incumba directamente, pero al menos por su cumple siempre habrá una tarta casera.

En la receta se propone decorar la tarta con nata montada, yo lo hice con merengue casero. Es igual de clásico y menos graso. Conlleva el placer adicional de que se mete a gratinar, lo justo para darle ese color tostado a los piquitos formados por el merengue, es espectacular. Curioso, una puede terminar licenciaturas y pintar cuadros, pero me siento prácticamente igual de orgullosa cuando saco del horno una tarta bien hecha.

(Nota para los cocineros españoles que me estén leyendo: no sé si podéis encontrar las "migas" de galletas Graham por allí, pero podéis simplemente desmigar galletas María entre dos trapos de cocina con un rodillo de amasar. Otra variante sería la de hacer la tarta con limón, si no encontráis limas. En cuanto a las medidas, las famosas "tazas" americanas equivalen exactamente a eso, una taza grande o mug. Mil disculpas si estas aclaraciones parecen innecesarias a algunos, pero no quiero perder a nadie por el camino :-)

Por cierto, que sigo descubriendo las innumerables posibilidades de mi nueva Cadillac, mi batidora espacial, que monta claras a la velocidad de la luz.


Esta tarta me ha recordado una peliculita independiente que me gustó mucho: "Waitress", de la tristemente fallecida Adrienne Shelly.

Me hubiera gustado tanto ver sus futuras películas... le deseo el cielo de los directores de cine, si es que hay uno. Esta película, de color rosa Barbie y servilletas a cuadros Vichy, es la historia de Jenna, una camarera con un talento remarcable para la repostería. Jenna lleva una vida miserable, con un marido abusivo, pero no os esperéis una peli deprimente. Es lo que me gustó de esta historia, la protagonista tiene esa capacidad de sobrevivir a la vida en la que está atrapada, sin perder su humor bastante negro. Como los nombres con los que bautiza a sus tartas : "I hate my husband pie" o "I can't have an affair because it's wrong and I don't want my husband to kill me pie".


Como la tarta preferida de monsieur M. es la tarta de lima, ésta podría ser llamada "I love my husband pie".

Después de esa frase, sólo os queda terminar esta entrada con un "Ooooooohhhh" empalagado.

:-)

martes, 29 de abril de 2008

Homo quebequensis noramericanus

Hoy, para celebrar el cumpleaños de monsieur M., y el día primaveral espléndido, hemos hecho una barbacoa. Bueno, más bien ha sido monsieur M. él mismo el que se ha ocupado de la barbacoa, porque, antropológicamente hablando, el asunto de carbonizar animales muertos en este continente es cosa de hombres. Y aunque soy bastante capaz de mantener el fuego encendido (nuestra barbacoa no es de esas de propano, sino una de verdad, de las queman madera), no soy lo suficientemente carnívora como para que me apetezca ahumarme, pinzas en mano, mientras vigilo unos muslos de pollo. Bastante tengo con vigilar los míos, y no lo hago lo suficiente.
Yo me he encargado de la parte verde, con unos "veggie patties", unas tortitas de calabacín inspiradas en parte por una receta de Vega y en parte por una receta de croquettes de légumes croquetas de verduras) de "À la Di Stasio". La fusión de las dos recetas era para evitar la fritura, por los muslos ya comentados anteriormente.
Como ahora no es época de raíces (es más bien en otoño), aunque la receta pone en la lista de ingredientes la chirivía (panais, en francés) yo he utilizado sólo zanahorias, calabacines, cebolla, perejil, menta y patata.

El resultado es muy fresco y un buen acompañamiento para la carne. Servido con tzatziki, tal y como sugiere la receta. También he hecho un postre estupendo, pero eso os lo cuento mañana.



El pollo estaba marinado a la libanesa, con pimentón picante, cúrcuma, pimienta, comino, ajo... y otras especias no identificadas (este pollo viene de Adonis, y se compra ya marinado). El vino, ibérico, por supuesto, monsieur M. apoya la exportación de productos españoles con toda su alma, aunque para ello tenga que sacrificarse y beberse unas copitas. Todo sea por la causa. Y qué bien carboniza el volátil muerto, se ve que le sale la cosa primigenia cuando huele las llamas y la grasilla de pollo que se chamusca . Cuando le veo así, cara al fuego, me vienen vagas visiones de hombres atizando a mujeres con un hueso y arrastrándolas de los pelos. A continuación me vienen las ganas de comer tofu.


Ah, comer en la terraza. Terraza que hace nada estaba llena de nieve (aunque no hay que fiarse, aún podemos tener sorpresas nórdicas). La primera barbacoa del año. Declaro solemnemente inaugurada la llegada del buen tiempo.

domingo, 27 de abril de 2008

Pu-erh

Hoy me toca ejercer de "Coco" de nuevo (soy de la generación "Barrio Sésamo", como Vega), y hablaros de té.

El Pu-erh es un té de Yunnan, que se ha vuelto muy popular últimamente en España (al menos, la última vez que estuve allí, lo era) bajo el sobrenombre de "té rojo". El color rojizo de su infusión se debe a que la fermentación de las hojas tiene lugar en barricas de roble. A este té semi-fermentado, a medio camino entre el té negro y el verde, se le han descubierto toda clase de virtudes terapéuticas. Los chinos, ellos, lo saben desde hace siglos.




Entre las cualidades que parecen haber sido probadas científicamente, está la de disminuir el nivel de colesterol. Otras son las mismas que las del té verde en general: ayuda a metabolizar las grasas y es una buena fuente de antioxidantes, que ayudan a protegernos contra el cáncer (el vino tinto también, así que tomad un vasito a mi salud ;-). La farmacopea china dice también que "ayuda a la circulación de la sangre y disipa los efectos del alcohol". Tomaos una taza después de ese vasito de vino.

Normalmente, el Pu-erh se compra en "ladrillos", unas piedras formadas por hojas de té compactadas, que se venden con formas diversas, como medallones, etc. Como soy la única en casa a la que le gusta este tipo de té (y me ha costado, porque la primera vez que abrí un bote estaba convencida de que se había enmohecido, hasta que le pregunté a la persona que me lo había vendido) prefiero comprarlo en pequeñas cantidades de hojas sueltas.



Curioso : Pu-erh quiere decir "fondillo de pantalón". El nombre se debe a la historia popular que cuenta cómo las mujeres que trabajaban en la recolección se guardaban en los bolsillos las mejores hojas, con las que se elabora este té. De ahí ese olorcillo... como de piso bajo, er, como de sótano.

sábado, 26 de abril de 2008

Revuelto de setas, pues

De mi padre he heredado la hiperactividad, las orejas como puertas abiertas, la boca jugosona (al menos, nunca necesitaré colágeno), la pasión por la lectura y la cocina, una inexplicable habilidad para no matar las plantas, la mala leche, la seguridad para hablar en público, la mala leche (es que tengo mucha, de verdad) y el gusto por las setas, entre otras cosas. Recuerdo que él tenía libros para reconocerlas, y que salíamos en expediciones de micólogo aficionado, con cesta y bastón.
Ahora mismo las setas aún no han tenido tiempo de brotar, y cuando lo hagan, no osaré tocar ni una en los parques naturales salvajes del salvaje Quebec, a riesgo de tener que vérmelas con un amable - y nada salvaje- guardabosques. Así que las compro en el super, donde hay una variedad bastante simpaticona.
He intentado buscaros la traducción de estas pleurottes (oyster mushroom en inglés), y he encontrado la palabra "gírgola", que no había visto en mi vida. Pero los nombres latino (pleurotus ostreatus) e inglés corresponden muy bien a la forma como de ostra de estas setas. No son perretxikos ;-), pero están también muy buenas.


Como almuerzo rapidito, parte de mis raíces vascas, me encanta un revuelto de ajo y setas -y no de "hongos", por diosss, cómo me exaspera esa moda de bautizar a los platos de toda la vida con un toquecito pedante y cobrarlos al doble de precio, además, la palabra "hongos" tiene ese poder de evocarme la psoriasis, la candidiasis, esas cosas nada suculentas-.
Si hubiera tenido unos ajetes, desconocidos por estos lares, hubiera sido el no va más. Unas amigas quebequesas, intrépidas agricultoras orgánicas que se dedican a vender ajo, me guardaron -por petición especial- unos brotes de los primeros ajos, para hacer el experimento de los ajetes. Desgraciadamente, los congelaron, la textura quedó tan aguada que no he podido usarlos para revuelto. Este año voy a intentar explicarme mejor en mis encargos, o son capaces de guardarme unos brotes de tulipanes (quién sabe, a lo mejor están buenos...).



Cuando me siento a comer este revueltito, me sale la txapela* mental que creía haber dejado tan lejos, lo saboreo como con un fondo de trikitrixa** involuntaria...
(Nota aclaratoria para los amigos "de este lado" :
* la txapela es la típica boina vasca
** La trikitrixa es un tipo de música muy popular en medios rurales en el País Vasco, normalmente se toca con una pandereta y un acordeón)
(...Y a los vascorros que me estén leyendo, pues que sé que os vais a chotear de mis explicaciones folclóricas.
Que ya nos conocemos.)

The grilled cheese diet

La nutrición (que no es lo mismo que la comida, al menos, no siempre) es otra de mis obsesiones. La atrapé en cuanto llegué aquí, tras ver que en Norteamérica, la comida -la mala- está omnipresente, en cualquier sitio, a cualquier hora, mientras se hace cualquier cosa. Nunca he visto un continente (bueno, la mitad norte del continente ;-) en el que se coma tanto, por todas partes, y tan mal. En norteamérica se come conduciendo, trabajando delante del ordenador, durante las clases de la universidad, andando por la calle, haciendo compras, en el cine. Las bandejas de nachos con las que se entra a ver la película tienen el tamaño equivalente de una cazuela de callos. Imaginaos entrando al cine con una.
Los barriles de palomitas son desmesurados, los cafés como cubos y el tamaño "pequeño" de un helado equivale al grande en España. Cuando me di cuenta de cómo se termina comiendo más de lo que uno había planeado cuando te dan una ración gigantesca, me convertí al tamaño de niño en prácticamente todo lo que pido fuera de casa. Pena que María ya no vive en Montreal para poder compartir con ella los platos. Sssniff.


Los libros y programas de cocina tienen un éxito bárbaro, y al mismo tiempo McDonalds está abierto 24 horas. La comida es a un tiempo el mejor amigo y el peor enemigo. En España se come mucho, de acuerdo, pero se come bien, (al menos, cuando yo vivía allí, aunque eso parece estar cambiando). Una engorda igual, pero al menos lo hace con gran placer gastronómico. Québec es un poco una excepción dentro de Canadá; se pueden encontrar restaurantes muy buenos y baratos, productos del país elaborados artesanalmente, y toneladas de comida basura.


Con el tiempo, me he vuelto una cascarrabias de la nutrición, me indigna ver que la comida que apenas merece ese nombre sea más barata que las frutas y las verduras. En un supermercado canadiense, es más barato comprar Coca-Cola y patatas fritas Lays que agua mineral y fruta. El precio de los alimentos no tiene ninguna relación con su valor nutritivo, y curiosamente, los alimentos menos procesados son los más caros. En Canadá comer mal, en general, es más barato que comer bien.

Me indigna la publicidad fraudulenta que cuenta a las madres cómo dar a los niños un sándwich de Nuttella es bueno para la salud (para la moral , aún, y en dosis homeopáticas, pero nutritivo lo que se dice nutritivo...). Me indigna ver cómo se miente descaradamente al consumidor en los envases, con frases como "sin colesterol", aprovechándose de que no todo el mundo sabe que ese producto atiborrado de grasas trans y saturadas a la larga va a convertirse en colesterol una vez en nuestras arterias. Me indigna que en países privilegiados económicamente, como en los que vivimos, nos vendan mierda para comer, y que encima queramos ración doble.
El tema me fascina bastante debido a la progresión de la obesidad cada vez más patente en muchos países occidentales (cuando viví en Escocia pude comprobar que empezaban a tener el mismo problema, y las últimas veces que he pasado por España veo niños cada vez más rellenitos). Hay una profunda ironía si uno piensa que, mientras la mitad del planeta muere de hambre, la otra mitad muere sepultada por la grasa *. Por supuesto que una gran parte de culpa va a la industrialización de la alimentación, pero no es el único problema.

En fin, si os interesa cosquillear un poco vuestra conciencia alimentaria, os aconsejo un par de lecturas y de películas que probablemente ya conocéis :


  • "Fast food nation" , de Eric Schlosser: el libro, no la peli, que no me parece reflejar en absoluto lo serio del libro. Este libro no sólo habla de lo que realmente se encuentra dentro de la carne picada de ese BigMac, sino de cómo las grandes compañías de comida basura han cambiado la faz de la agricultura y la producción ganadera.

  • "Toxic", del periodista William Reymond. Tiene un sitio interesante.

  • Y, para los que aún no la han visto, no tiene mucho valor documental, es una película anecdótica pero muy convincente, "Super size me", de Morgan Spurlock.

Yo no me identifico como una ultra-militante anti-todo, ni soy ningún ejemplo de conciencia social, pero conceptos muy de actualidad en Canadá como la soberanía alimentaria, la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible se han hecho un hueco en mi egoísta corazoncito. Eso, y el hecho de ver lo que le ha pasado a mi cuerpo serrano con el cambio de alimentación (mi colesterol se disparó a alturas estratosféricas el primer año de vivir aquí, y no fue por mis visitas "continuas" al McDo, os lo aseguro).


Aunque yo no tengo hijos, me parece lógico defender el derecho de los que los tienen -en cualquier continente- a darles de comer, y a darles de comer algo que no sea mierda. Con perdón. Si son ellos los que van a lidiar con el mundo futuro, tendrán que estar bien nutridos para afrontar el trabajo que les espera.


Mientras tanto, aquí, como en España, la gente sigue creyendo firmemente en las dietas, regímenes, llamadlos como queráis.


No me extenderé en el tema, pero no se necesita el respaldo de la asociación canadiense de nutricionistas para entender que:
- Si uno come de una manera A y engorda, pesando... llamemos al peso a' :-)

- temporalmente come de una manera B (dieta) y pierde peso, alcanzando el peso b'

- vuelve a su forma de comer de un principio, por lógica, volverá al peso a' (y normalmente acumulará unos kilos de más, por el reflejo de economía energética que produce en el metabolismo el hecho de privarle de calorías de repente).

Vamos, que no hay que estudiar física cuántica para deducir esto.
Aún así, la gente continúa teniendo fe en las dietas, lo que me lleva a pensar que no hemos dejado atrás el pensamiento mítico. En lugar de comer bien como la norma, y permitirse una guarrada como excepción, piensan que adoptando una dieta sana temporalmente, adelgazarán. Todo para no aceptar que hay que mover el trasero e intentar gastar la energía que se ingiere. O ingerir menos energía (calorías), si uno odia mover el trasero.

Las tonterías que se ven en el mercado son innumerables. La última: la dieta al sirope "de savia" de arce. Por lo que pude ver el verano pasado, era el último grito en las tiendas de alimentación natural en España. Y por lo que he podido constatar, mienten como bellacos, diciendo que (cito textualmente) : "esta especie de semiayuno o cura de efecto depurativo ataca directamente los depósitos grasos". Este semiayuno lo único que ayuda es a perder dinero y masa muscular (como todos los ayunos) y no grasa corporal. Es exactamente lo mismo que ayunar tomando sólo unas cucharaditas de miel disueltas en agua, sólo que lo cobran mucho más caro.


Los engañabobos que venden esto afirman también : "La dieta del sirope de savia (sirope de arce) se basa en un concentrado de proteínas, hidratos de carbono y minerales que propicia la eliminación de toxinas y ayuda al organismo a regenerarse." No estoy segura del contenido vitamínico del sirope, que es principalmente una fuente natural de glúcidos (exactamente igual que la miel o la melaza), pero de lo que sí que estoy segura es de que contiene cero proteínas. De ahí la pérdida de masa muscular. Si se pasa varios días sin comer, con un aporte cero de proteínas, el cuerpo utiliza la masa muscular y las grasas para nutrirse. Y la masa muscular, aparte de ser útil para una buena movilidad, quema calorías en reposo. No es una forma muy buena de perder peso.

Aquí también hacen furor el régimen Atkins, la South Beach diet, "The zone" diet, la dieta del pomelo, la de... ¡la sopa de col!... la idiocia de todas estas supuestas panaceas no tiene límites.

He decidido lanzar mi propia dieta: The grilled cheese diet.

Consiste en que cuando una está sola para cenar, y no hay gran cosa en el frigo, ni ganas de salir a buscarse la pitanza, se calientan en la sartén un par de rebanadas de pseudopan de sándwich con un par lonchas de queso en el medio y... voilà! Equilibrio perfecto: proteínas provenientes del queso sintético y glúcidos y fibra del pan.

Podría tirarme el pegote diciendo que lo que hice anoche fue la versión ennoblecida que hago a veces, con buen queso cheddar extra-curado y unas gotas de vino blanco, todo ello emparedado entre buen pan, pero para qué engañaros, esto era queso de plástico. Y lo bueno que me supo (definitivamente, creo que tenía que haber esperado a terminar esa tesina antes de meterme a escribir un blog "gastronómico"", esto va de mal en peor).

¿Contradictorio con la perorata sobre nutrición del principio? Pues claaaro, pero no somos más que un puñado de contradicciones. Para reconfortaros os diré que aunque aquí use este tipo de "recetas", lo hago sólo con fines pornográficos, porque la santa trinidad en esta casa es más bien fruta-tofu-kéfir. Pero el equilibrio es necesario en todo, hasta en la virtud.

Además, este sándwich contiene un valor antidepresivo añadido, ya que se le considera una comfort food.

Chúpate esa, Atkins.


* (Si no recuerdo mal, el último informe de la OMS sobre la obesidad llegaba a la conclusión que, por vez primera en la historia de la humanidad, los seres humanos mueren más de obesidad que de malnutrición. Siendo la obesidad una forma de malnutrición -nutrirse mal, en el sentido estricto de la palabra-, lo más curioso es que en los países desarrollados es una enfermedad de pobres.)

viernes, 25 de abril de 2008

Kebbeh

Entre las cosas estupendas que se encuentran en Adonis, el supermercado lleno de maravillas fenicias :-), están los kebbeh o kibbeh, el plato nacional libanés.
La primera vez que probé estos deliciosos pasteles o croquetas de carne, fue cuando enseñé en una escuela en la que la mayoría de los alumnos eran de origen árabe, muchos de ellos libaneses. Una de mis estudiantes me enseñó cómo hacerlos al horno, amasando esa pasta de trigo bulgur y carne. Si queréis intentarlo, la receta va aquí. He conseguido encontraros una receta en español gracias a lo difundido de este plato, que fue llevado a Brasil, México, Venezuela y más tarde a otros países de América Latina por los inmigrantes libaneses. En español se les llama, quibe, kibe, kipe o kepe, según el país. Siempre me ha sorprendido la capacidad de trascender fronteras que tiene la cocina. (En Quebec, empieza a haber un grupito respetable de gente que ha adoptado el bacalao a la vizcaína, receta que me he apresurado a difundir, cual palabra de evangelio :-)

El relleno de los kebbeh puede ser variado, y como plato preparado no tienen precio. Son estupendos para un picnic, o después de una buena subida al monte (qué ganas tengo de que termine el deshielo, de que se sequen los barrizales en el bosque, de que broten las hojas y haya de nuevo verde y de poder ir a andar...).



De izquierda a derecha: Kebbeh vegetariano, de pescado, de carne y yogur.

Los vegetarianos son mis preferidos, con su sofrito de garbanzos cocidos, acelgas -verdura más bien exótica por estos lares- y ajito...

miércoles, 23 de abril de 2008

Olivia Jules and the overactive imagination

Hubo una época en la que me irritaba mucho el calificativo de chick lit (literatura para chicas), hasta que un día, investigando un poco, me di cuenta de que ya había leído a algunas de las escritoras y títulos incluídos en esta rúbrica, sin saber cómo estaban categorizados, y que de hecho, considerándolas sin el prejuicio de la etiqueta, algunas escriben muy bien (otro día hablaré de algunos de estos libros). Así que me asumo como treintañera y os explico lo de Olivia.


Helen Fielding, autora del "Diario de Bridget Jones", libro que critiqué sin haberlo leído (costumbre nada recomendable) y que ahora aprecio como a una vieja amiga, ha escrito también "Olivia Jules and the overactive imagination", una parodia de las novelas de Ian Fleming con James Bond como protagonista, inspirada por el 11 de septiembre en Nueva York y la psicosis del terrorismo nacida en esa fecha.


El libro no es tan bueno como los diarios de Bridget, pero Olivia tiene una serie de normas vitales que me parecieron dignas de ser transmitidas. Dedicado a todas (lo siento chicos, esto es bastante femenino, aunque creo que también os podéis aplicar algunas de ellas) las que ya no tienen madre o abuela, y necesitan un poco de sentido común tópico y en dosis de bolsillo.

"Rules for living by Olivia Jules :

1. Never panic. Stop, breathe, think.

2. No one is thinking about you. They’re thinking about themselves, just like you.

3. Never change haircut or color before an important event.

4. Nothing is either as bad or as good as it seems.

5. Do as you would be done by, e.g., thou shalt not kill.

6. It is better to buy one expensive thing that you really like than several cheap ones that you only quite like.

7. Hardly anything matters : if you get upset, ask yourself, « Does it really matter? »

8. The key to success lies in how you pick yourself up from failure.

9. Be honest and kind.

10. Only buy clothes that make you feel like doing a small dance.

11. Trust your instincts, not your overactive imagination.

12. When overwhelmed by disaster, check if it’s really a disaster by doing the following :

(a) look on the bright side and, if that doesn’t work, look on the funny side.
(b) think, « Oh, fuck it ».


13. If neither of the above works than maybe it is a disaster so turn to items 1 and 4.

14. Don’t expect the world to be safe or life to be fair.

15. Sometimes you just have to go with the flow.

16. Don’t regret anything. Remember there wasn’t anything else that could have happened, given who you were and the state of the world at that moment. The only thing you can change is the present, so learn from the past.

17. If you start regretting something and thinking, « I should have done… » always add, « but then I might have been run over by a lorry or blown up by a Japanese-manned torpedo. »
"



Vamos, que la que ha escrito "El secreto" (uf) no ha hecho mucho más que yo en este post y está ganando dinero a paladas. Creo que tengo futuro.

Guacamole


La receta la aprendí en España, hace muuucho tiempo. Por eso es un guacamole español. Pero el mantelito es de México, regalo de María. (Me encanta el color). A mí me gusta untarlo con unos nachos. Excelente para una tarde de tele, después de la limpieza de primavera.

Por cierto, si tenéis recetas para hacer un guacamole más mexicano, soy toda oídos...

martes, 22 de abril de 2008

Sushi


Este fin de semana monsieur M. y yo hemos tomado nuestros mutuos cumpleaños como excusa para atizarnos una orgía de una de nuestras comidas preferidas: el sushi. Creo que podría comerlo casi todos los días (no todos, porque me gusta variar un poco, caray).
Sólo de ver la bandeja, con su fantástica variedad de rollos futomaki y sus nigiri, casi se me saltan las lágrimas. Si es que tengo un estómago muy emotivo.
Acompañado de un buen saké calentito.

lunes, 21 de abril de 2008

Adonis

Hemos ido de compras a "Adonis". Aunque suene a nombre de salón de masaje gay, en realidad es un supermercado libanés fabuloso, donde pueden comprarse las mejores verduras de Montreal, sobre todo en invierno, cuando las coliflores viajan desde Florida en business class.

El mostrador de la carnicería es sorprendentemente tentador para una comedora de tofu y de pescado como yo, con su pollo shish taouk y sus salchicas merguez.

Lo que me encanta de este supermercado es que se encuentran verduras y frutas típicas de países mediterráneos que no se encuentran en otros sitios, como los higos frescos, que aquí son de lo más exótico y se venden a precio de caviar iraní. Cómo me encantan los higos, los echo de menos una barbaridad, y pensar que en España las higueras crecen como la mala hierba... pero son árboles de país cálido y no soportan el frío.

Algunos de los tesoros que he comprado hoy:



Delicias turcas. Loukoum (lokum en adaptación española). Mmmm. No me extraña que fuera el dulce que perdió a Edmond en Narnia. Con esos sabores como de dulce de princesa : rosa, menta, limón. Por cierto, que durante mucho tiempo asocié ese nombre a una película bastante escatológica.



Confitura de rosas. Es turca.




Confitería de Adonis. Tesoros de Oriente Medio.

domingo, 20 de abril de 2008

Le pâté chinois o la base de la civilización quebequesa

Prácticamente todos los países anglosajones tienen su propia versión del shepherd's pie, e incluso los francófonos tienen platos que se parecen mucho (estoy pensando en el hachis parmentier). La base es siempre la misma, recetas rurales y reconfortantes donde las haya : patata, carne. Son platos hechos para comérselos y salir a arar un campo con los dedos, o segar con la hoz el equivalente a dos o tres campos de fútbol.

¿Qué es lo que particulariza el pâté chinois de Quebec? El maïs en crème (ou blé d'Inde en francés quebequés), una crema de maíz que se vende en lata. Si queréis preparar esta receta , no os desaniméis por la imposibilidad de comprarla en España, no tenéis más que cocer maíz en el microondas (el congelado da un resultado perfecto) y batirlo en puré parcialmente, la textura perfecta es cuando aún se ve algún grano entero en la mezcla.

El resto es fácil: carne picada ligeramente sofrita con lo que preferáis, bien escurrida porque luego en el horno va a "sudar" un poco (la carne se puede sustituir por soja, o lentejas cocidas, que es lo que suelo hacer en mi versión vegetariana, para gran indignación de monsieur M.), y puré de patatas, aunque no en ese orden (ver foto de la estructura arquitectónica del plato más abajo :-). Y a gratinar.



Estructura arquitectónica del pâté chinois, según "môman" de "La Petite Vie".


Esto es integración y lo demás son tonterías.

Los orígenes de este plato son curiosos: su nombre, paté chino, podría ser debido a que este plato era el sustento básico de los obreros chinos que ayudaron en la construcción del ferrocarril Canadian Pacific Railway, línea férrea que une Montreal con Vancouver. La historia de los chinos en Canadá es muy interesante, os aconsejo echarle un vistazo.

Mi paté chino es muy ibérico: la carne contiene toneladas de ajo picadito y de perejil. Este plato no reinventa la rueda, pero si tenéis niños es un éxito seguro, todo sea por llenarles la panza. Por cierto, como esto es norteamérica, si lo queréis comer como un quebequés de verdad se come con... (casi me da vergüenza escribirlo :-) ketchup.

Si califico el paté chino de base de la civilización quebequesa, es porque uno podría usarlo como argamasa civilizadora, como cemento base de pirámides, como carburante de revoluciones.

Las posibilidades son infinitas.

sábado, 19 de abril de 2008

Están locos, estos romanos...

Cuando la primavera asoma la nariz, los quebequeses son capaces de salir en bermudas a 5 grados. Hay que decir que, como ha estado nevando desde noviembre pasado, tras seis meses a temperaturas bajo cero uno casi piensa que cinco grados son una temperatura caribeña.

Esta semana, la primavera ha decidido hacernos un regalo y está haciendo 16 grados (al mediodía), lo cual me da esta impresión que tengo cada año, de que aquí se pasa de la parka y las botas a las sandalias, en el espacio de una semana.

Ayer sacamos las tazas de té al balcón, el sol era sensacional. Sólo un auténtico nórdico como monsieur M. puede estar en sandalias (sus sempiternas Birkenstock) en el balcón aún lleno de nieve.


Están locos, estos romanos.

jueves, 17 de abril de 2008

Shui Hsien

From Monty Python's Flying Circus : (The Pepperpot Ladies on a Submarine) "Red alert. Put the kettle on!"



Nada mejor para mantenerse en forma que una tacita de té verde, así que con mi nueva edad venerable, he decidido ahogar mis penas en un nuevo tipo de té :-)

Esto está empezando a tener trazas de tratado en té , si alguno de los lectores de este blog está haciendo sus primeros pinitos en el mundo del té verde, me gustaría recibir impresiones y comentarios. Un poco de interactividad, ma foi! Teófilos :-) del mundo, manifestaos.

Sé que en España (bueno, más bien en cierta área del País Vasco) el té verde no es muy accesible (solamente en bolsitas de calidad dudosa), pero con la cantidad de inmigrantes chinos que he visto llegar en los últimos años, estoy segura de que en la capital tiene que haber ya un par de tiendas o supermercados chinos, en los que podréis encontrar té bueno y barato. Mi suposición se basa en que, lo mismo que mucha gente no podría vivir sin tomarse su cafecito mañanero, muchos chinos no pueden sobrevivir sin su té. Así que estoy segura de que se las han arreglado para aprovisionarse. y los restaurantes chinos tienen que abastecerse en algún sitio. Si conocéis tiendas, escribidlo en los comentarios, puede que le sirva a alguien.

El té verde que probé ayer, el Shui Hsien, es otro té de la familia de los Oolong. Lo compré en mi último paseo por Chinatown, simplemente porque no conocía el nombre, y ha resultado ser otro semi-fermentado, uno de mis tipos de té preferidos, sin ni siquiera proponérmelo.

Sin embargo, después de probarlo tengo que reconocer que no es el que más me gusta. Al premier sorbo, se nota más ese sabor de fermentación, de humedad, un poco "vivo", algo entre las setas, la levadura y la tierra húmeda. Yo los llamo tés "con sabor a sótano", cuando hable de otro tipo, muy característico, los tés de Yunnan, en el que ese sabor es más pronunciado, os contaré por qué.

El Shui Hsien es más oscuro que otros Oolong, más ambarino, un poco más meloso. Como podéis ver en la foto, sus hojas están enrolladas de forma mucho menos apretada que en otros tés verdes.



No es un té que conquista desde la primera taza, es de ésos que ganan cuando se aprende a conocerlos.

miércoles, 16 de abril de 2008

Festival des cons


Aunque con el tiempo (o más bien, la falta de él) me haya desconectado un poco de la actualidad española, he escuchado, sin embargo, el "brillante" comentario de Berlusconi sobre la nueva formación del gobierno español . Sé que no es nada nuevo para los amigos españoles, pero a los lectores de este lado del Atlántico les puede parecer, digamos, ...curioso.

Extracto de la noticia en "El País" :

"(...) En una entrevista concedida a Radio Montecarlo, y retransmitida por la Cadena Ser, Berlusconi ha afirmado que el Gobierno de Zapatero es "demasiado rosa".
(...) "Zapatero ha hecho un Gobierno demasiado rosa que nosotros no podemos hacer porque en Italia hay una prevalencia de hombres en política y no es fácil encontrar mujeres protagonistas preparadas para la actividad de Gobierno", ha dicho Il Cavaliere.
Zapatero llamó ayer a Berlusconi para felicitarle por su victoria en las elecciones parlamentarias celebradas en Italia, según informaron fuentes del Ejecutivo español.
Berlusconi ha comentado su opinión sobre la conformación del Gobierno español a Zapatero, aunque de forma amigable, según reseña Cadena Ser.
Zapatero ha dado la jefatura de nueve de los 17 ministerios a mujeres, entre ellas las primera fémina como ministra de Defensa en la historia del país. "

(Para leer la noticia completa, pincha aquí).

Con un par. Y a este tipo lo votan. Y probablemente lo votan también mujeres. Ésa es la mentalidad que hace que la igualdad de sexos no avance lo que se dice muy rápido en los países mediterráneos (incluyo a Francia, chéris).

Como cantaba tan bien Brassens, "Quand on est con, on est con" ("Cuando se es gilipollas, se es gilipollas").

Ésta va por ti, Silvio.

martes, 15 de abril de 2008

La niña interior ha despertado, pero la señora mayor de fuera se acaba de desplomar

Hoy voy por una entrada puramente egocéntrica -bueno, todas lo son, pero normalmente se suele notar menos-. La razón: hoy cumplo 36 primaveras, y nunca mejor dicho.

Este post no es para recordároslo (aunque las felicitaciones, tarjetas, flores, cheques-regalo son bienvenidos :-), sino para constatar algo por escrito : ya no soy joven. Ojo, que no he dicho "soy vieja", sólo que ya no soy joven. Que no es lo mismo.

Es oficial, desde hoy, estoy más cerca de los 40 que de los 30, he pasado el ecuador, corro a comprarme lo que sea con retinol y liposomas.

Ya, ya, estáis pensando, qué exagerada, cómo dramatiza. Me consta que algunas de las lectoras/es de este bloc andan por mi misma edad, así que es mi deber -y salvación- generacional daros el toque para despertaros: ya no somos jóvenes, es un hecho. Get it, people.

Podemos seguir poniéndonos vaqueros (gracias al cielo por el tejido stretch), intentar patéticamente salir por la noche cuatro veces al año -no hablo por mí, yo salgo alrededor de dos-, sólo para encontrame (en mi caso) con mis ex-alumnos de secundaria (¡horror!) en los bares, esos bares en los que invariablemente, somos los más viejos, y de los que nos queremos ir alrededor de las doce porque, reconozcámoslo, nos dormimos. Yo, con este horario nórdico, a partir de las nueve empiezo a echar de menos mi bata de ositos, y pienso -triste- si echarán de nuevo en la tele el capítulo de Bones que me estoy perdiendo.
Podemos jugar al Nintendo e ir al gimnasio. En vano. Aunque me entreno fervorosamente, lo cierto es que como chocolate con tanto o más fervor.

Me enteré demasiado tarde de que había que embardunarse de protector solar aunque una no se quemara, y ahora tengo unas patitas de gallo (el tamaño es más como de pezuña de alce) que atestiguan que es verdad. Yo pensaba - y solía decirlo- que la treintena era la fase del esplendor femenino: todavía jóvenes para tener arrugas, pero demasiado viejas para tener acné. Hellooooo!!!! En mi rostro no tan lozano los dos problemas dermatológicos compiten por el terreno: todavía me levanto con unas espinillas monstruosas, y me he comprado mi primera crema antiarrugas-antiacné. ¿Y el esplendor? ¿Qué ha pasado con él?

También me enteré con retraso de que la celulitis se cría, instala y se queda a vivir como residente permanente en las cartucheras cuando una es preadolescente, así que en el régimen sin azúcar y los drenajes linfáticos tengo unos veintiseis años de retraso. Maldición.

En mi última visita al oculista, hace menos de un mes, me dio la sorprendente noticia de que mi miopía hasta ahora galopante, no sólo ha parado de aumentar, sino que ha disminuido. Veo media dioptría mejor que el año pasado. Yesss, al fin algo que mejora con la edad, exclamé con regocijo. No tan deprisa, me respondió el aguafiestas : eso quiere decir que le está comenzando a usted la presbicia, madame.

Porque esa es otra, cada vez oigo menos "Mademoiselle" dirigidos a mí en las tiendas, y muchos más "Madame", proferidos por una cajera que tiene unos... 19 años.

Otros indicios de que ya no soy joven: en un ataque de nostalgia impropio de mí (no la nostalgia, sino lo que me empujó a hacer), me compré el DVD de "La chica de rosa" ("Pretty in pink"), con Molly Ringwald. Tras terminar de verlo, con bastante esfuerzo, no sólo pensé que es una película lamentable, sino que la moda de los ochenta no le hacía ningún favor a nadie. Por eso no me he lanzado al revival de ahora. Una sabe que ya no es joven cuando ya ha llevado la ropa en la época en la que estaba de moda, y ahora vuelve. Me pillaron una vez, no me pillarán de nuevo. Nunca más, la permanente. Ni los aretes enormes colgando de las orejas. Ni muerta.

Indicio revelador donde los haya: no me gusta la música que chiflaba a mis alumnos de secundaria. No me gusta el hip hop, y apenas el rap (Public Enemy me hizo gracia al principio, por vanguardista), cuando l0s escucho me sorprendo a mí misma pensando carrozadas como -"Eso no es música, es ruido. Qué repetitivo." Y me da la urticaria feminista cuando veo los cantantes vestidos de traficantes y las acompañantes bailando vestidas -apenas- como putitas a quinientas pelas, sirviéndoles de decoración.


En conclusión: sólo me queda completar mi esplendorosa cultura leyendo todo lo que pueda y aprendiendo cinco o seis idiomas más, porque como yo no creo en la cirugía estética, mi única alternativa es volverme una cuarentona interesante. Delgada, no, pero interesante. Ya me he comprado un par de gafas de ésas con montura de profa de historia del arte contemporáneo, para cuando me ataque a fondo la presbicia.

También tengo planeado haber alcanzado el nirvana de aquí a los 45, porque estar en paz con el universo parece ser algo que rejuvenece mucho, según monsieur M. En todo caso, él no utiliza ninguna crema y está hecho un chaval. Pienso terminar de leer todos esos libros de autoayuda que me compré y que escondí en el ropero por vergüenza. Y empezar a meditar. Y hacer yoga. Y seguir con mis cursos de tai chi, que no te acercan necesariamente al nirvana, pero te esculpen un culo infernal, como el de mi amiga Sumire.

Pero sé que no sólo el aspecto es importante, qué os créeis.

Por algo dice la canción quebequesa: "C'est à trente ans que les femmes sont belles. C'est à trente ans, après, après, ça depend d'elles."
("Es a los treinta que las mujeres son bellas. Es a los treinta, después, después, depende de ellas".)

Ferland tenía razón. Al menos en parte.

lunes, 14 de abril de 2008

El día de la marmota


Esta entrada podría ser un homenaje al blog de Marona, "El tiempo de la marmota", o a la película extrañamente de culto (?) protagonizada por Bill Murray, "The groundhog day" ("El día de la marmota") , pero como esto es Canadá, nuestro día de la marmota particular es el día en el que descubrimos que teníamos una inquilina viviendo en nuestro parterre delantero. No sabemos si se llama Phil, pero lo que sí sabemos es que lleva unos tres años con nosotros, que le gusta el terreno -no se lo reprocho, soleado, sin abonos químicos, cerca del metro-, y que no parece nada dispuesta a mudarse.

Monsieur M. y yo, de naturaleza más bien pacífica, hemos intentado persuadirla con métodos no violentos. No hemos hecho sentadas silenciosas delante de su madriguera, no. Empezamos por el desalojo no sanguinario. Monsieur M. verificó que doña Marmota había salido a hacer recados, y rellenó el agujero (inmenso, he metido un palo de escoba dentro y no toco fondo) con sacos de tierra. Pensamos que al volver a casa y encontrar la puerta cerrada, nuestra vecina decidiría mudarse a las afueras. Pues no, una primavera tras otra ha dado señales de vida. Yo, un poco más radical, decidí declarar la guerra química y meter en la madriguera bolas de naftalina, cuyo olor me habían dicho que espantaba a los animales y volvía el túnel inhabitable. Pues parece que doña Marmota tiene sinusitis, igual que yo, porque el olor no le ha animado a irse.

Me han dado otros trucos, a cual más estrafalario : poner una radio encendida en la boca del túnel para que el ruido la asuste. Meter una linterna encendida. Meter un equipo de música con un CD de Céline Dion a toda castaña. Nada parece alejar a este tenaz animalito de su territorio.

Parece que con el tiempo, está incluso cogiendo confianza, y, al igual que nosotros, está haciendo reformas. No contenta con la gran entrada principal, en este deshielo se ha excavado dos salidas traseras y una boca de párking. Tengo un poco de miedo de no intervenir, si sigue así, se va a poner especulativa y se va a construir un centro comercial subterráneo.



El 2 de febrero es una de esas fechas incomprensibles en Norteamérica (USA y Canadá) : es el día de la marmota. Este primer sábado de febrero, miles de personas miran embobecidas la tele para ver si uno de estos roedores regordetes ve su sombra. Si la ve, el invierno durará aún un mes y medio. En Québec, teniendo en cuenta que la marmota en cuestión ronca, enterrada por al menos un metro de nieve, nadie pierde el tiempo en chorradas y la gente que puede se va una semana a Cancún.

Pero esta semana, nuestra vecina se ha despertado. Y está cavando industriosamente y eligiendo nuevas cortinas. Si viene a pedirme una tacita de sal, no sé qué voy a hacer.

Pancakes

Siempre es sábado por la mañana cuando preparo pancakes para desayunar. Y cuando no lo es, este desayuno hace cualquier triste lunes parezca un sábado. Los que he preparado esta vez tienen la virtud de unir lo guarrillo a lo sano, están hechos con harina multigrain (¿multicereales?). Aquí se venden todo tipo de mezclas ya preparadas (mezclar con leche y a la sartén), pero si os interesa prepararlos, la receta va aquí.
Suelo hacerlos cuando tengo invitados. Es una advertencia.

Con Nutella y dulce de leche



Con sirope de arce (y moras, y bleuets, mmm...)


Acompañarlos de un café, un periódico y de muy poca prisa.

domingo, 13 de abril de 2008

Bubble tea








Hace unos días, en una de mis exploraciones de "teófila", hice todo un descubrimiento.
Cual reportera dicharachera, decidí entrar en un salón de té que parece hacer furor entre los adolescentes del barrio chino.
Aparte de sentirme un poco vieja para estar allí (era la única que no llevaba pasadores de colores en el pelo y pulseras de plástico), me lancé a pedir un bubble tea, algo que hacía tiempo que tenía ganas de probar. Ahora ya se encuentra en los malls del centro de Montreal, pero tomarlo en un salón de té con pantallas de videojuegos en cada sofá y rodeada de adolescentes chinas con el flequillo teñido de verde me parecía mucho más apropiado.

El bubble tea en realidad no siempre contiene té (el mío sí). Aún así, su nombre es extrañamente representativo. Está preparado con algo que parece aproximarse al jugo de frutas natural (el mío era de mango), batido con leche (imagino que de soja, porque los asiáticos suelen ser intolerantes a la lactosa), y en el fondo hay unas bolas negras que parecen estar hechas de taro, un tubérculo similar en sabor a la batata, o de cassava (mandioca o yuca). Según la amable explicación del jovencísimo camarero.


Estas son las bubbles. Tienen una textura como la tapioca, es decir, gelatinosa. Son dulces. Al principio son una sorpresa, el té se sirve con una pajita enorme, por la que se absorben. Si no se ha prevenido al cliente, probablemente que el camarero va a tener que practicar la maniobra de Heimlich de vez en cuando.

Por cierto, que el nombre de este brebaje viene de boba tea, boba es la palabra en ciertos argots chinos para denominar un elemento (mejor dicho, un par de elementos) de la anatomía femenina. (Aquì, risita adolescente del susodicho camarero, acompañada de discretos ronquidos y resoplidos del grupito instalado en la mesa más cercana).

Este tipo de falta de imaginaciòn parece ser universal, hasta los chinos la padecen.

(Suspiro). Sì que debo de estar un poco mayor para beber esto.

viernes, 11 de abril de 2008

Me llaman "la collares"

Advertencia: ésta es una de esas entradas perfectamente inútiles que no os aportará absolutamente nada que pueda darle un sentido a vuestra existencia. Así que si tenéis algo mejor que hacer, como una colada de calcetines, escribir vuestro primer ensayo o la pedicura, podéis partir en paz. Y no, el título no alude para nada a la mujer de Franco, que le diable l'emporte.

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No soy nada matinal, creo que ya lo he dicho, aunque a vosotros no os importe un pimiento, y con razón. Me levanto en un estado semicomatoso que no desaparece hasta más o menos las siete y media o las ocho de la mañana, y eso, tras haber tomado al menos dos cafés. Es tardísimo en este país de nórdicos mañaneros enloquecidos, en el que hay atascos en los puentes de entrada a Montreal a las seis de la mañana.

Monsieur M., cuyo patrimonio genético es completamente opuesto al mío, se despierta "tarde" los fines de semana (seis y media o siete), sin despertador, por supuesto, y demencialmente en forma. Es de esas personas que pueden haber puesto tres lavadoras, salido a buscar el periódico, añadido un tabique de pladur, repintado el salón y haber hecho crêpes, antes de que yo ni siquiera haya cambiado de postura en la cama.

Debe de ser lo del zen, si no, no me lo explico; al principio me exasperaba ligeramente que yo acababa de encontrar la puerta del armario de la cocina para servirme el primer vaso de agua que me permite despegar la lengua del paladar, todo ello rascándome, (es que tengo esa mala costumbre cuando me despierto, pero intento rascarme como una dama, no vayáis a creer, al fin y al cabo soy una señora), y él pasando el aspirador como un poseso alrededor de mis pies. Menos mal que tenemos una buena comunicación en nuestra pareja. Al de dos cafés, eso sí.

En fin, que mi zen de marido me vio el otro día intentando desenredar un collar de la madeja de collares que tengo (porque me encantan los collares, cuanto más gordos, mejor), en mi estado semisonámbulo, -porque yo no seré matinal, pero intento mantener el estilo pese a todo, no renuncio a los complementos, ni hablar-, y me sugirió que encontrara una manera de organizar mi ferretería decorativa de forma compatible con ese estado de consciencia alternativa que es el mío cuando me visto. Creo que fue porque lo que me estaba oyendo exclamar era el tipo de vocabulario castellano que no quiere aprender.

Así que me he comprado un arbolito collarero. He colgado de él toda mi quincalla, y sólo faltan las luces de Navidad. No va nada con el espíritu japonés-fengshui del dormitorio, pero ya no digo palabrotas cuando intento condecorarme antes de salir corriendo.

Ahora salgo corriendo aún medio dormida, con una mala leche de escándalo, pero súper bien conjuntada. Llamadme "la collares".


jueves, 10 de abril de 2008

Pollo Korma nada original

Cuando estudié Bellas Artes comprendí que la originalidad completa no sólo es imposible, sino que a veces no es ni siquiera lo más deseable. Todo el mundo está influenciado por miles de cosas y en esta era de la hiperinformación e Internet, tenemos acceso a más información que nunca, más rápido que nunca. Estamos hechos de referencias, somos una especie de patchwork intelectual. La verdadera originalidad, la singularidad creativa total, murió cuando nacieron los medios de comunicación de masas (eso no es de McLuhan, es mío :-). Tendríamos que vivir en una cueva sin electricidad, para que no nos alcance ninguna influencia exterior. Yo ya tengo suficiente con vivir bajo cero seis meses al año.


Aún así, no deja de sorprenderme cómo uno puede escribir una entrada en el blog, y, un poco más tarde, leer que otro bloguero/a ha cocinado el mismo plato, pongamos, en Austria. O que alguien siente curiosidad sobre la misma especia en Barcelona. El mundo ya no es un pañuelo, ahora es un e-pañuelo.


Así que si alguno de los blogueros interesados en gastronomía lee algo que coincide con su tema del día, puede estar seguro de que no lo he hecho adrede (ni ha habido intento de plagio alguno, calma). Simplemente no he leído su blog antes de publicar. Si lo hubiera hecho, hubiera tenido la delicadeza de publicar mi entrada otro día, con un comentario sobre la coincidencia. Y puede enviarme un comentario con un enlace, estaré encantada de leerlo. Pero no pago derechos de autor.


Me da la impresión de que he pasado muchos días hablando de cosas chinas, así que hoy me apetecía continuar mi paseo por la India. He preparado pollo korma para cenar.

Acompañado de pappadums, claro.

PS: (Pensándolo bien, después de releerme, -no lo vuelvo a hacer, ugh- es harto probable que toda esa reflexión sobre la inexistencia de la originalidad no sea más que una velada excusa por mi falta total de originalidad, la futilidad e inutilidad de mis razonamientos, probablemente en su mayoría un refrito mental -involuntario- de todo lo que he podido leer en mi vida. Tengo que intentar leer sólo novelas Arlequín, así sabría que al parir una idea, seguramente no viene de mis lecturas. En fin, si los que pasáis por aquí no me leéis y sólo miráis las fotos, como me consta que hacen alguunas de mis ahem, amigas, no estáis malgastando vuestro tiempo. Lo mejor de esta entrada es, indudablemente, el pollo. Que era muy tolerable. Casi bueno.)

miércoles, 9 de abril de 2008

Pasaje a la India

Hoy daban en la tele una de esas películas que me gustan, pero que no se ven a menudo por aquí : "Pasaje a la India" ("A passage to India"), dirigida por el maestro David Lean, que ha dirigido otras dos de mis películas preferidas : "Doctor Zhivago" y "La hija de Ryan".

Esta película está basada en la gran novela de E. M. Forster, autor de otros títulos en los que se han basado otras grandes películas que también se cuentan entre mis favoritas, como "Una habitación con vistas" ("A room with a view"), "Maurice" y "Howards End".


Mi anglofilia es proverbial, lo sé, pero os aseguro de que lo que admiro de esta historia no es el "gran" (ahem!) pasado colonial de Inglaterra , sino precisamente la crítica audaz a ese colonialismo, crítica que en la época de Forster no estaba precisamente bien vista; eso y su firme creencia en la abolición de toda discriminación y desigualdad social (Mr. Forster era un poquito queer, en el sentido más afectuoso de la palabra). Siempre me ha gustado ese punto tan british de mezclar la tradición y el decoro más respetables con un poquito de sano desenfreno.
Esta peli, con sus inglesas un poco frustradas que se pasean en elefante, me ha dado ganas de un té apropiado para el momento: un chai, o té masala chai. Este té es uno de los pocos tés que me gustan a pesar de estar aromatizado con "historias". El que he tomado hoy tiene cardamomo, clavo, canela, gengibre, anís estrellado y pimienta negra.


Si queréis preparar uno completamente casero, he aquí la receta. Su sabor especiado y un poco picante es estupendo para entrar en calor, sobre todo cuando uno lo bebe en una terraza aún sitiada por la nieve.